Esperar el momento

Y golpear con el alma la pared, romper en mil pedazos la sombra del espejo para derretir la cera de las velas que nos alumbran y que el calor se transmita a tus manos. Ahogar el silencio con metal, pastillas y sudor, encerrar los prejuicios y amarrar bien fuerte el cronómetro para sucumbir en aquel tronco del árbol tallado a fuego y navaja. Y llorar de vez en cuando porque estamos vivos, el final del cuento nos supo respetar. Soplar por las noches a la sopa fría, hacernos los duros sabiendo las respuestas y respirar profundo de ese aire escaso que nos regala la libertad.
Leña al sol, campo quemado, gusanos se arrastran por nuestros cuerpos y baña tu risa mi hogar. Mueve el tiempo y el espacio su mano firme la negra dama, viendo el humo de tu cigarro retroceder a tus labios pues no somos ni antes ni después de ser, nada.
Sentir el vacío y la caída, esas mariposas que revolotean en nuestras tripas, mirarnos las pupilas para descolgar el teléfono y saltar del precipicio pues tú y yo sabemos lo que se esconde tras el maquillaje. Construir ahora nuestro muro, sembrar la semilla de nuestro árbol y buscar los acordes de nuestra canción para al final besarnos y llegar a ser nada y llenarnos de todo. Recoger los cristales rotos de los sueños y guardarlos en el cajón del olvido.


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