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A la mar

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  Envueltos por la brisa marina viajamos todos nosotros en barquitos a la deriva, perdidos hacia nuestros destinos. En el camino nos vamos cruzando entre nosotros, compartimos experiencias de marinos, decoramos nuestros barcos y comparamos con el del resto. Hay variedad como en todo, unos flotan galantes en el bravo mar mientras otros se hunden sin remisión al más mínimo azote o carga pesada. Hay quienes deciden navegar en solitario con el rumbo fijo, otros sin embargo abandonan su nave por otra y construyen juntos con su madera un barco nuevo, más estable. Vamos todos -ni uno solo se salva- en la misma ruta de navegación, pues la corriente imparable nos arrastra sin remedio. Algunos, mecidos por las olas y el viento que agitan la embarcación y los cuerpos desnudos, nos paramos a pensar durante el viaje en su sentido y razón, otros sólo siguen la estela que dejan al pasar a su lado las naves más cercanas, conformándose con imaginar lo que otros ya han visto. Aquí y ahora remando

Mi casa

 Algún día ondeará en lo más alto la bandera negra de mi vida, mientras sigue en construcción mi casa. Esa casa loca y cambiante, hogar del frio y la verdad, siempre con luz propia aunque conectada a la corriente. Tiene mi casa ventanas que dan a tu patio en primavera, donde intercambiamos miradas y bailamos hasta que el sol nos despide. Tiene mi casa también en sus armarios los restos del camino, las pisadas y el polvo que mancha las alfombras, recorren el suelo y el robusto reloj de arena tallado por el hombre colgado en la entrada. Mi casa es la melodía que me anima a continuar, mi casa es el  laberinto y las criaturas que se esconden dentro de él. Mi casa es el Rock and Roll, donde suena mi guitarra. Mi casa es un barco cargado de deseos flotando en la mar sellada, a orillas de tu cama, gobernada por un viejo corsario holandés que añora su libertad. Mi casa son las personas y sus golpes en salud, mi casa es el bosque de los sueños y yo soy su leñador. Mi casa son los enfermos, m

Esperar el momento

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Y golpear con el alma la pared, romper en mil pedazos la sombra del espejo para derretir la cera de las velas que nos alumbran y que el calor se transmita a tus manos. Ahogar el silencio con metal, pastillas y sudor, encerrar los prejuicios y amarrar bien fuerte el cronómetro para sucumbir en aquel tronco del árbol tallado a fuego y navaja. Y llorar de vez en cuando porque estamos vivos, el final del cuento nos supo respetar. Soplar por las noches a la sopa fría, hacernos los duros sabiendo las respuestas y respirar profundo de ese aire escaso que nos regala la libertad. Leña al sol, campo quemado, gusanos se arrastran por nuestros cuerpos y baña tu risa mi hogar. Mueve el tiempo y el espacio su mano firme la negra dama, viendo el humo de tu cigarro retroceder a tus labios pues no somos ni antes ni después de ser, nada. Sentir el vacío y la caída, esas mariposas que revolotean en nuestras tripas, mirarnos las pupilas para descolgar el teléfono y saltar del precipicio pues tú y yo sab

Cuando me paro a pensar

Y podría intentar dejar de mirarla, que pase el tiempo y me ahogue el silencio, bañarme en el deseo de su piel. Sentir el abismo que hay entre sus ojos y los mios, chocar como lo hace el mar contra la tierra, bravo, desgastando el paisaje y pintando cuadros. Cambiar de una vez estos acordes que toco, la mala suerte que me acompaña, estas nubes que no me dejan admirar el sol. Dejar de soñar con trenes, humo y guitarras, pararme a pensar en el sentido de lo que escribo, darme cuenta de que nada tiene sentido y escribir después. Manifestar en la calle lo prohibido que debería estar mirarla en primavera, apartar su risa de mi llanto, separar las flores y las briznas de hierba de su pelo. Dejar caer la copa con el vino y agacharme a limpiar la mancha en su vestido, atarla con cadenas y atarme yo con ella, liberarla de las cadenas y que me libere ella a mí, susurrar a su oído y que el viento se lleve las palabras. Olvidar quien es, quienes somos y gritar a pleno pulmón que nunca tuve otra op

Afilada

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Amiga cuchilla que por mi piel resbalas, perdóname, juro que actué sin pensar en las consecuencias. Pienso detalladamente en todo lo que ocurrió y soy incapaz de encontrar una respuesta clara a las preguntas que me formulas. Lloras y me haces llorar, vuelves tu filo hacia mis venas y como si no fuera contigo juegas a ver la sangre que de ti se esconde. Aplaudes, sabes lo que viene después y te gusta, sí, te gusta. Vacilas con continuar pero ambos sabemos que ya no puedes parar y esbozas un dibujo nuevo, algo único nunca visto antes, te atreves a cambiar de paradigma sin consultar. Respiras. Agotas mi paciencia y recargas mis embotados sentidos a continuación. Susurras. Eres infranqueable, un muro enorme con guardias armados cada diez metros. Controlas la situación. Escupes al miedo y no dudas en castigarme si me porto mal. Aprendes y a veces incluso me enseñas. En las noches más oscuras me muestras tus artes y me pides olvidarlas a la mañana. Te enfrentas al destino y apagas mil f

Paranoia

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Alzó de nuevo la vista sobre su hombro y comprobó aterrado como la sombra se ocultó de nuevo en el callejón. No había nadie más en la calle pero sabía muy bien que algo lo vigilaba de cerca, a cada paso que daba podía percibir perfectamente como se acercaba a él por detrás, sigilosamente, agazapado, esperando en la oscuridad de la noche el momento de abalanzarse sobre él y sumirle en la más terrible pesadilla. No podía correr más, estaba exhausto y le costaba trabajo respirar, las gotas de sudor corrían no solo por su frente, le empapaban la camiseta, los pantalones y los calcetines. Un escalofrío como nunca había sentido le dejó petrificado en el sitio y un frío helador se apoderó de su cuerpo. El corazón le latía con tal violencia que podía sentir su grito ahogado en el pecho, y los músculos contraídos, estaban ya tetánicos. Balbuceó sonidos incomprensibles que pretendían ser palabras y comprendió que estaba ya derrotado. No podía salir de allí y se preparó para morir, visualiz

Madrid es ella

Y caminando hoy por la calle una gota me ha recordado al chocar contra el suelo el incesante ruido a nuestro alrededor. Grito mudo en gargantas de muchos, esperando que alguien nos salve de la tempestad. Libertad que no nos creemos pero que empuñamos y lanzamos a la mínima. Cuento sin héroe ni villano y que acaba ya.  )