Un día cualquiera, te levantas de la cama, te diriges al espejo y miras, con profundidad, el agotador e incansable paso del tiempo. No te das cuenta, estás trabajando todo el día, no tienes tiempo para esas tonterías, sin embargo el tiempo no perdona, es todo y nada a la vez, te da la vida pero también te la quita. Estamos atrapados en él, un absoluto que queramos o no dirige nuestras vidas. Al son de la música de la vida, no somos conscientes de que estamos bailando con la muerte, hasta que un día nos pisa los zapatos, abrimos los ojos pues a nuestro destino. Es nuestro fin, vivir para morir y dejar paso a nuestros hijos, el futuro y el pasado, unidos en un punto. Toda la grandeza del ser humano se encuentra ahí, en un diminuto punto, una malformación de la nada, consecuencia de la materia y de la luz, el Tiempo. Entonces, aquellos que antes miraban por encima del hombro a su alrededor, ahora conocedores de su verdadera naturaleza y destino, se sienten defraudados al conocer la ment...